lunes, 24 de noviembre de 2008

Nostalgia en Do mayor en clave de Sol



Cuando niña tuve un libro de cuentos de autores diversos. Creo que volando con la imaginación entre las historias que leía fue naciendo en mí el deseo por escribir. Todavía sigo leyendo.Todavía sigo volando y a veces me atrevo a escribir proyectos que se quedan guardados en la maraña de mis sueños y juego con ellos y hasta me los creo.
En ese libro que cito aparecía un cuento que por extraña paradoja, se convirtió en mi realidad. La historia, en síntesis, contaba sobre un pajarilo y un viejo que disfrutaban compañía y amistad . El ave siempre vivió allí sin conocer la atadura de una jaula, dando pasitos saltarines entre migajas, frutillas frescas y las manos venerables. El viejo y el ave se amaban. Eran felices juntando cariño y cercanía.
Un día el pajarillo se sintió curioso por conocer otros mundos. Puso a un lado el cariño compartido y voló en busca de lo desconocido. Se fue lejos a una ciudad extraña y nueva. En ella sufrió horrores.Ya no tuvo más la mano vieja para ofrecerle migas, ya no tuvo más un nido caliente, ya no tuvo más cantorías con el sol. Era, solamente un pajarillo desvalido en tierra extraña y ajena. Si bajaba de las ramas para buscar sustento o para gorjear entre transeúntes, lo alcanzaban rudas pisadas que le lastimaban el frágil cuerpecillo; si subía a los árboles en busca de refugio, otras aves lo expulsaban de su territorio. El pajarillo se debilitaba entre el hambre y el frío; se moría de tristeza y soledad. Quiso regresarse; pero ya las fuerzas no le alcanzaron y murió el gorrioncillo lejos de su viejo amigo y de las cosas que añoraba.
El final de la historia decía que por lo sucedido, desde entonces, a la nostalgia que se siente lejos de lo propio se le llama "gorrión".
Ahora he visto repetida en mí la historia del gorrión del cuento.
A la nostalgia le sigo llamando gorrión y no sé si se muere de ella en el sentido exacto de la muerte; pero sí sé cómo va feneciendo el placer infinito de degustar la esencia de eso que los mortales llamamos vida.
Como mi gorrión o como la mora de Trípoli majé mis anhelos más auténticos, deseé otros cielos, añoré otros lares y olvidé las migas que se ofrecen con el corazón y olvidé el esplendor de la perla que se había opacado de tanto jugar con ella. Surqué mares, volé cielos, recorrí caminos nuevos, inventé soporte para mi existencia y en el intento se ha cercenado mi vuelo y se han debilitado mis
fuerzas. Un mundo grande y extraño me hace un cerco y me asfixia en el intento de aspirar el movimiento del viento. La alegría grande por las pequeñas cosas se ha ido quedando atrás. Las manos tibias para apretar en invierno han ido desapareciendo. Los brazos amigos para fundir los alientos se han ido perdiendo. Las mañanitas claras con sabor a miel y los atardeceres apacibles con sonido lejano de tambor se mezclan con lenguaje extraño, con sabores ajenos y acordes descompasados.Ya no riman mis versos con los mismos acentos; ya no cantan mis notas con los mismos arpegios; ya no sueña mi almohada con los mismos sueños. Ya no anda suelto mi desenfado. En cárceles de mares se convirtieron mis playas y en desiertos calientes mis arenas blancas. Ya no siento el beso del mar sobre mis terrazas. Los romerillos silvestres cambiaron su hábitat, las palmas no hacen rondas para sus cantares; ya la lluvia no repica sobre el tejado; no se sabe si llueve o está nevando. Hay nieve en el alma y el sol de la piel se va quedando sin luz; tinieblas dentro y bullicios raros compitiendo con el silencio; ahora la Luna, ya no se ve desde mi alero y para buscar al Sol tengo que mirar al cielo; ya no me envuelve caliente desde mi paradero; como mi gorrioncillo: si subo al árbol me desencuentro y si desciendo, me muero. Ya no sé si esto es nostalgia o algún sentimiento nuevo. Abro la ventana y miro al mar con ansias infinitas de que mis ojos se lo beban entero y camino descalza para que la sal me recorra el cuerpo y cierro la puerta para que el mundo no se dé cuenta que hay una niña llorando allá dentro. Camino hacia el sol... te enviaré mi sombra si es que llego ¡ Pobre gorrioncillo de mi cuento ! En un plumaje tan pequeño no cabía tanto desconcierto ¡ Pobre niña que se quedó sin cuento ! Pero... ¿sabe qué? El avecilla muerta tenía los ojos abiertos. Tal vez sea una historia de enero. Madrigales de añoranzas sobre el sendero y el calendario sobre mis hombros... ¡ Me lo llevo !

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