viernes, 21 de noviembre de 2008

La flor de la caña


A mi mami en la distancia.

Cuando la ausencia es larga, tan larga que olvida el eco de las voces amadas, entonces se acortan las distancias con llamadas breves que ensanchan las venas y acarician el alma. De presencia imaginada los minutos se desgastan y torrentes de palabras se dicen como si con ellas pudieran borrarse las horas larguísimas de la nostalgia. Mi mami y yo estamos enfermas de distancia; pero ni yo le digo que me muero por abrazarla, ni ella me dice que sin mi presencia su vejez es más larga.
Colmamos la lejanía que nos separa con ternezas y con besos para que se acorte el tiempo de la espera. Si la voz me tiembla y la garganta balbucea...mi mami sabe que necesito aliento; cuando mi añoranza es más impaciente, ella alivia mi prisa con risas y palabras nuevas; me provoca a través del éter y me incita a hacerme grande, tan grande como ella que me confronta y entre sonoras carcajadas y enojos dulces me dice que no sufra por ella; porque es pura flor de caña. Yo río. Ella no ve mis lágrimas.
Mi mami huele a miel en la distancia y se auto -describe alta, fina, fuerte, ligera, enhiesta flor de caña en el verdor de mis campos desdibujados en mi esperanza. Entonces me mima y me llama florecita silvestre, calladita, tímida en su pequeñez; pero linda como ninguna otra y en su sabiduría materna y vieja , me reta a que como espiga de caña me yerga hasta el cielo y me desparrame; y florezca; y baile cadenciosa; y alborote el sembradío y que me olvide de andar por allá pegada a la tierra, expuesta a ser hollada por una bota inclemente. Así me entusiasma y aligera mi melancolía. Yo bien sé que mi flor de caña en las noches se torna violeta; pero nadie puede ver el rocío sobre sus pétalos cuando despierta; porque como genuina flor de caña, dura, enhiesta; despliega su cabellera gris, despereza su corola bullanguera y compite con las palmas, que recortadas entre el azul del cielo, exhiben más que verdes, los penachos rebeldes en los amaneceres. Entonces yo quisiera seguir siendo la florecita triste de la pradera; pero asirme a la espiga fuerte que es mi mami, entera; y fundirme con ella como la enredadera, hasta que mis pétalos ajados se confundan con la miel ambarina que gotea presumida desde lo más alto de la espiga de caña, que a pesar de los años, las penas y la distancia, sigue siendo del cañaveral ufano, simplemente: la reina!

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