lunes, 23 de febrero de 2009

El gamusino azul

Jugar con la inocencia suele ser peligroso . Es una práctica que te trae sorpresas, unas muy bellas y otras, amargas; cuando te das cuenta que sin premeditarlo has matado la inocencia. Quien de alguna manera haya cometido este delito va a sentirse culpable por el resto de su vida. Aquí sentada en el banco de los acusados, esperando a ser juzgada, aguardo. No pido clemencia, en cierta forma ya he recibido castigo. Asimismo estoy segura que muchas de las personas que me están leyendo cargan con esta culpa. ¿Pueden escuchar para juzgar? Se sentirán sorprendidos. Les prevengo.

La confesión.


Muchos años de mi vida he estado rodeada de niños. Me he bebido sus alegrías hasta embriagarme. Ellos me han dado mucho y en reciprocidad les he dedicado lo mejor de mi esencia como ser humano. Los he amado. Los he formado y también he jugado con sus inocencias. Puede tomarse como atenuante que no ha sido premeditado, simplemente ha sucedido. Sin parecer inmodesta me consideraba una buena maestra. Mis alumnos me querían y yo los veneraba. Siempre busqué métodos creativos para ilustrarlos y una veces un poquito severa y otras, condescendiente, juro que lograba con ellos todo cuanto me proponía.Y no fueron pocos los logros.
Entre mi clase y yo había surgido algo especial.No puedo precisar en qué momento comenzó a funcionar el intercambio; pero sucedió.
Disfrutaba de mis niños, así como ellos lo hacían entre sí y con la misma intensidad me disfrutaban a mí. Era fantástico. Les ilustro.
Después de cada clase fuerte donde había bastante actividad intelectual, o por la presión de los horarios cerrados o simplemente luego de éxitos escolares, teníamos un día para jugar y amar.
Amábamos todo, desde perdernos en un mar de hierbas hasta la excitación de un buen juego. Increíbles cosas hicimos juntos y cuánto las disfrutamos. En esos días se invertían los roles y eran los propios niños quienes diseñaban la sesión escolar.Yo los incitaba:
_ Para mañana nos merecemos un día de alegría.
Entonces cada escolar escribía en un papel cómo deseaba pasar el día siguiente. Las sugerencias se guardaban en un buzón habilitado para el propósito.
Llegado el momento se extraía un papel al azar y se le daba cumplimiento. Por supuesto que previamente yo había revisado las sugerencias. No por curiosidad (o sí había algo de ello) digo, por precaución. No deseaba quedar ante los ojos de los niños como una maestra sin carácter que no cumplía con sus promesas; pero tampoco podía cumplir con todas sus sugerencias. ¡Si supieran ustedes todas las proposiciones de los niños! Ojalá algún día pueda recopilarlas en unos cuantos volúmenes ¡Tanta ingenuidad e inocencia ! ¡Cuánta sabiduría! Confieso que llevo en mi alma éxtasis de niños y eso ustedes no podrán deshacerlo.
Vuelvo a la historia. Previamente seleccionaba las sugerencias y hacía mis trampas. Las colocaba de manera que al hacer el sorteo salieran favorecidas las solicitudes factibles. Me remito a lo que originó esta crisis.
Algún niño propuso pasar la tarde jugando o explorando en un lomerío cercano. Se aceptó. ¡Tarde linda la que pasamos ! Lástima que las consecuencias fueran tan malas.
Hubo juegos, tesoros escondidos, cuentos, lecciones de naturaleza... (Siempre trataba de que aquellas sesiones fueran educativas y poder retomar las vivencias en futuras clases).
No sé yo si porque esas terdes me convertían en niña o porque deseaba fantasear o quién sabe si algún duende malo quiso jugar conmigo para cobrarme más tarde la deuda por un acto no muy bien pensado; pero lo cierto es que les dije a mis alumnos que todos aquellos insectos que volaban bajo la hierba caliente del campo se llamaban "gamusinos" (¡ Dios mío, lo inventé en aquel momento y ojalá no lo hubiese hecho ! ) Les "ilustré" diciéndoles que si tomaban las bolsas de papel y las alzaban sobre sus cabezas pronunciando la conjura "¡Gamusinos al saco" !, todos los insectos se precipitarían a sus bolsas y allí quedarían atrapados. Quien haya estado entre las malezas del campo durante las horas calientes de la tarde, sabe de lo que estoy hablando.
Son cientos de insectos volando bajo y nublando el aire. Pues digo que los ojos de mis niños se clavaron en mí como deseando escuchar más de aquel encantamiento. Me di cuenta de que querían más emoción y se las di. Sentencié:
_ Seguramente atraparán varios "gamusinos"; pero lo bueno sería cazar uno de color azul. Es un insecto maravilloso y concede a quien lo posea, el deseo que le pida .
Así fue. Era un juego. Los muchachos se dispersaron y yo los escuchaba llamar a los "gamusinos" y sus voces
competían con el eco y las palmas se alegraban con tanta inocencia y mi alma cantaba.Todo era alegría. Me dio pena por ellos porque comprendí que estaba usando su ingenuidad en forma impropia; pero observando su entusiasmo y alborozo calmé mi conciencia y hasta yo misma traté de alcanzar un "gamusino".
Fue una tarde linda. Los niños me contagiaron su alegría y estuve escalando exponiendo mis piernas, no muy fuertes,a las inclemencias del relieve. Debo decir que yo andaba algo mal de salud, me reponía de una rara enfermedad neurológica que afecta los músculos, la que me había dejado bastante desmejorada y eso lo sabían mis alumnos.
Por supuesto que algunos insectos cayeron en las bolsas; pero ninguno de color azul. (Se supondrá)Este incidente desanimó a algunos; pero muy pronto desapareció la frustración en cuanto apareció algún motivo mejor. Regresamos a la escuela entonando canciones, con mucha alegría estremeciendo a la tarde. Hasta la hora de la despedida no se habló de otra cosa. Una pequeña llamada Jessica estuvo llorando un poco y pensativa.La consolé como pude pensando que se sentía frustrada por no haber cazado ningún insecto. Lo máximo que conseguí fue que dejara de llorar. Esa noche cuando puse mi cabeza en la almohada y pasé recuento de mis acciones, me sentí un poco culpable.
Al día siguiente de la aventura; muy temprano, a mi llegada a la escuela,vi allí a mi pequeña Jessica en compañía de su mamá.
¡ Pobrecilla de mi niña !
¡ Qué aspecto horrible el que tenía ! Llorosa,con unas enormes ojeras negras alrededor de sus inmensos ojos verdes, temblando se arrojó a mi cuello cuando me vio. La madre de la niña muy seria y agresiva se abalanzó sobre mí en el mejor sentido de la palabra y me retó a sostener una conversación en privado. Me deshice de los brazos de la pequeña como pude y le dije a su madre que me acompañara.Yo percibía una catástrofe. Olía que se avecinaba un gran problema.
Ya en mi privado la madre de la niña y yo frente a frente.
_ Necesito me diga qué sucedió aquí ayer - mi corazón dio un vuelco ante tanta ira - ¿ Qué le hizo o dijo a Jessica para que la excitara al punto de no dormir en su cuarto? Toda la noche estuvo en el jardín con una bolsa sobre su cabeza y delirando, porque eso era: deliraba. Hasta quedarse ronca musitaba: " Gamusinos al saco” . Le he preguntado de dónde ha sacado esas ideas y se niega a responder. Solamente llora y dice: ¡Pobrecita mi maestra!
Palidecí. Sentí un miedo muy grande porque sabía era responsable de haber causado aquella situación.
La madre de la niña estaba irritada y perdió la compostura. No voy a transcribir la conversación; pero me dijo que ella ya había oído de mis métodos, que si me cabeza no funcionaba bien y el resto me lo reservo por merecido.Todavía al recordarlo mi rostro se desencaja y enrojece.Con humildad le conté la niñería en que había incurrido. Ella no prosiguió con su discurso y fue peor.
Ojalá lo hubiese hecho. Así no habría tenido yo que ver sus ojos. En ellos leí una compasión rayana en desdén y un reproche silente peor que todos los insultos. Le prometí hablar con la niña. Se negó. Me dijo que me repetaba y estimaba; pero quería estar presente en la entrevista. Me sentí muy poquita cosa, como sucia y percibí que en ese momento aquella mujer me temía. (Eso no podré olvidarlo jamás).
La niña sobre mis rodillas. La cobijé con mis brazos y le besé la frente. Con dulzura le hablé de las actividades de la excursión y de mi peregrina idea de aquel juego desatinado.
_ Fue un juego, mi amor. ¿Qué sucede contigo? Cuéntanos a tu mami y a mí lo que estás sintiendo - yo estaba tan triste como ella mientras la consolaba- Poco a poco se fue calmando.
Rodeó mi cuello con sus bracitos y se miró en mis ojos.
Hasta hoy sigo sintiendo aquella mirada. Con la inocencia todavía intacta me dijo:
_ Usted nos dijo que si lográbamos atrapar al "gamusino azul" seríamos afortunados porque él concedía todos nuestros deseos.Yo quiero ese "gamusino azul", lo preciso,
tiene que caer en mi bolsa...
De nuevo comenzó a llorar convulsivamente . Yo haciendo esfuerzos por calmarla y tratando de enmendar el error:
_ Pero yo solamente quería jugar con ustedes y que se divirtieran. Jamás quise lastimarte, lo juro…
Y ella inconsolable:
_ Pero estoy muy triste, muy triste (Tirando su tristeza sobre mi cuerpo)
_ ¿Por qué? Cuéntanos qué te hizo pasar la noche en el jardín.Todos queremos algo en la vida y no siempre podemos conseguirlo, lo imporante es soñar.
_ Usted no comprende nada y mi mami tampoco. Nadie me comprende - y de nuevo con el llanto – Traté de relajarla y comunicarle la misma confianza de siempre para que compartiera su secreto.La madre mirándome escrutadoramente y estoy segura que de su juicio no salí bien parada.
_ ¿Cuál es ese deseo tan importante que le vas a pedir al “ gamusino”. La madre me fulminó. Traté de relajarla y comunicarle la misma confianza de siempre para que compartiera su secreto.
Al fin mi niña se soltó. Ojalá no lo hubiese hecho.
_ Si el "gamusino azul" cae en mi bolsa yo le voy a pedir que le devuelva a usted la salud perdida, que sus piernas sean como antes y pueda caminar, escalar,bailar... Quiero que ese duende la cure para siempre y la cuide. Le voy a pedir que recupere sus fuerzas y su peso y que le quite esa tristeza que la hace ver vieja, yo quiero que vuelva a ser tan linda como antes... Yo no quiero que mi maestra muera...Pido que sea como antes y que sus ojos vuelvan a ser dos lucerotes haciendo guiños... Por eso necesito al "gamusino".
Así fue.Todavía estoy buscando una respuesta para mi niña. En aquel momento la abracé con ternura, besé su carita maltrecha y sus manos frías y mis lágrimas cálidas se fundieron con las de ella. Lloraba por mi niña Jessica, por el cariño, porque causando tanto dolor mi corazón reía, porque estaba asistiendo a la ejución de la inocencia y sin embargo toda yo cantaba.Soy culpable; pero siento una ternura tan calladita dentro del pecho que me devuelve la paz. Al recordar este episodio disfruto con placidez haber matado la inocencia de mi niña que en recompensa me regaló su cariño.
Digo que nadie me ha regalado, hasta hoy, tanto amor. Nadie ha vuelto a amarme así. En reciprocidad llevo su cariño prendido a mi pecho, aunque sé cuál ha sido el precio ¿Saben?, si pudiera volver el tiempo atrás yo también cazaría "gamusinos".
Ahora ya está dicho. Soy culpable.

TRISTEZA

Tristeza no es languidecer, ni marchitarse, ni morir un poquito cada día; ni quedarse con los brazos abiertos esperando el abrazo que nunca llega; ni esconder las penas para que el mundo no salte sus muros; tristeza no es renunciar a tu mundo para compartir otros, rotos y ajenos; ni bajar los párpados para que la luz no se avergüence de las cuencas vacías; ni mutilar la risa; ni fruncir el ceño; tristeza no es impotencia, ni desacato, ni olvido, ni recoger tus presentes hollados sin compasión; ni reconocer que eres olvido en la garganta, ni el abandono, ni llenarte de alegrías ajenas para disfrazar tus angustias; ni saberte grano de arena en las playas del cariño; ni el naufragio de tu futuro; ni la renuncia a tus muertos; tristeza no es caminar por calles ajenas con la mirada prendida de cada flor silvestre; ni la nostalgia del cielo sobre tu cabeza; ni estrujar un pañuelo ajado creyendo que acaricias unas manos; tristeza no es suspirar detrás de una ventana cerrada; ni llorar cuando nadie te ve; tristeza no es ir tras los recuerdos sabiendo que siempre te llevarán ventaja; ni la soledad en cadenas sin abrazos; no es el refugio en las bambalinas de un teatro vacío; ni recorrer tu cuerpo con las manos cansadas; estar triste no es reconocer lo que has perdido y que jamás recuperarás; ni llenarte de dulzura sin tener con quién compartirla; ni parir hijos que se inventan tu muerte; ni escribir versos que te dejan temblando; ni extender tu mano para que así se quede y además vacía; estar triste no es que a tu lado se siente la soledad y te llame amiga; ni la ausencia de tu nombre ; ni la mesa vacía... Tristeza es el corazón desbordado por amor y sangrando por darse cuando se refugia en la almohada para ahogar sollozos y comenzar a llenarlo para entregarlo en el nuevo día sin la recompensa, al menos, de un abrazo.Tristeza es saber que perdiste sin haber ganado; es apagar la veladora y cubrirte el rostro para que la noche sin luna ahogue el suspiro de tu corazón enfermo; es la herejía de desear la muerte cuando no se te ha acabado la vida.Tristeza es el amor que se rompe sin usarlo; es tener las manos llenas de rosas y allí se marchitan sin entregarlas; estar triste es el naufragio del corazón y no tener fuerzas para nadar hasta la orilla; es tenderte a la deriva y cuando las olas te arrastran recalar en playa perdida. Tristeza es tener las manos extendidas y vacías. Lo demás no sé ni por qué lo escribiría.

martes, 17 de febrero de 2009

El sacrificio (XIV)

El sacrificio

Volvió el doctor. Su diagnóstico, por más que lo pienso, me pareció increíble en aquel momento; si no lo hubiese constatado, aún hoy diría que el doctor se equivocaba... pero, no.
- "Su cotorrita no tiene enfermedad alguna" -me dijo- "Se ha sacrificado".
Mis palabras se quedaron guardadas en la garganta. El corazón sangrando.
- "Sí" -me explicó- "En estos días he leído varios textos sobre aves y existe una explicación para la pérdida de las plumas de las alas de Maka. Ha tomado la decisión de cercenar su vuelo. La libertad le recorre el cuerpo y el amor que hay dentro de su corazón es tal, que no ha encontrado mejor forma para evadir sus ansias de libertad que mutilando sus alas. Maka no volverá a volar por decisión propia, se ha sacrificado por amor".
No hay palabras... estas lágrimas son de ternura por Maka y estas otras, son de lástima por mí. ¿Por qué, si no le cerré la puerta? ¿Por qué, si la invitación al vuelo siempre estuvo ahí?


EPILOGO

Manicato

Mi cotorrita me ha dado una nueva y definiva lección.Traté de ponerle un nombre cuando la encontré rota y desvalida. Ella no me lo permitió. Se bautizó "Maka", combinación silábica difícil para este tipo de ave.
Recientemente he leído que en el siglo XV existía una tribu indígena en el Caribe, que se rebeló contra el conquistador español y que su grito de guerra era MANICATO. Su cacique, inteligente y estratega, cambió este vocablo para que el enemigo no descubriera la palabra que incitaba a la libertad y en su lugar, gritaban con rebeldía: ¡MAKAAAA...!
Para ti, Maka, porque no hay palabras para llenar una página con el sacrificio de tu nombre y el significado del amor.
Simplemente... Maka....

La enfermedad (XIII)


Maka había regresado y con ella la casa se iluminó. Era la misma soberana que nos tenía rendidos a sus encantos y travesuras. Seguía siendo la cotorrita más adorable del reino animal y exceptuando algunos momentos taciturnos del animalito que se encerraba en un mutismo casi humano, todo parecía normal, igual que antes de la evasión de mi Maka. El amor creció mutuamente y con creces. Nada había cambiado y sí...
Ahora, con bastante frecuencia, encontraba plumas verdes y rosadas dispersas por toda la casa. Las iba guardando con infinita ternura porque pensaba que el vuelo, quién sabe cuán inclemente, las había lastimado y porque se sabe que las aves hacen sus mudas y luego le surgen unas más fuertes y lustrosas; pero era algo distinto, anormal. Paulatinamente sus alas comenzaron a quedar desnudas, solamente un débil plumón ralo cubría la piel. Maka estaba enfermando. Una angustia comenzó a apretarme el corazón.
Vino un doctor, sabio doctor en quien podía confiar. Examinó a la cotorrita y no encontró signo alguno que presagiara enfermedad. Me dijo que volvería.
Maka seguía conquistando con sus habilidades. Sus costumbres para nada cambiaron y cada día me entregaba entre besos y cantos, la ternura de su diminuto corazón (ahora no estoy segura de su tamaño) y yo la correspondía con creces y jamás le he cerrado la puerta.
Sus plumas seguían desprendiéndose con alarma. Mi cotorrita iba pareciendo un polluelo, aunque tenía la cara más linda del universo.Yo recuperando sus plumas desprendidas y colocándolas en un jarrón , porque no quería quedarme sin las alas que he amado durante tanto tiempo. En mi sentir se iban quebrando cristales de dolor.

Cuando la vuelta no es retorno(XII)


No hay libertad para un ave que no estrena vuelo; pero mi cotorrita lo ignoraba, disyuntiva grave para un pequeño cuerpo que aletea entre "me quedo" o "regreso"; y ella optó por el regreso. Ahí estaba la puerta abierta para el retorno, era un cuerpecillo que regresaba del brillo del cielo verdadero, al cielo de un mundo pequeño. Regresó mi cotorrita con los ojos llenos de cielo y los pequeños pulmones saturados del aire del monte, traía lluvia en las alas y el vuelo libérrimo del espacio abierto; venía mi cotorrita a traerme el consuelo de que no la había perdido, que renunciaba a su vuelo. Me lo decían sus ojillos tristes, cuando un rayo de sol tibio dejaba lustre en su cuerpo o cuando un golpe de viento hacía tintinear los sonajeros, o el sonido de la lluvia cantaba en el alero y entonces se estilizaban sus plumas y relampagueaban sus ojillos y el verde de su cuerpo, más que de esmeralda, parecía de acero.
Mi corazón cantaba de puro contento y mi avecilla quería devolverme la alegría perdida , colmándome con su regreso para recompensar el dolor de la ausencia de su vuelo.Ya no fue igual. Seguía mi arlequín cantando y danzando para mí; pero se envolvía en silencios a veces y otras, su canto era plañidero. Mi avecilla se había enfermado de vuelo y no encontraba mejor manera para decírmelo, que llenando todos mis espacios con sus encantos y ocultando su pesar en silencios disfrazados y con los besos que me daba, que más que besos eran súplicas que decían ¡cuánto te quiero!; pero yo escuchaba ¡qué lindo es el vuelo! Me estaba pagando amor con amor, con el tesoro de su vuelo.

La pluma rosa (XI)


Cada amanecer mis ojos escudriñaban la ventana en busca de algún mensaje de mi ave fugitiva, esperaba tal vez que durante la noche, la Luna me la trajera; o que el frío de la madrugada la hiciera extrañar la cobija de su manta y que arrepentida... volviera.
¡Y me trajo el Sol a la callejera! En el alféizar de la ventana una pluma rosa madrugó para mi espera. ¡Es un ave nueva! Yo deseaba a mi avecilla verde; pero si el día me regalaba una rosada... iba a mimarla como a la primera. Sobre mi ventana ha dormido un ave! La mía ha de estar cerca.
¡Y cerca estaba! Dormitando el cansancio de una semana entera, mi Maka disfrutaba la calidez de su cesta. ¡Aventurera, despierta! ¡Qué de besos nos dimos la mañana aquella!
Me trajo la vocinglera un regalo de plumas nuevas . Esbozando el dorso de las plumas verdes de las alas y la cola, un rubor de rosa la ha vestido con un traje nuevo. Cuando abre sus alas enseña todos los pétalos , como una rosa que para mis ojos, en lucir linda , todo su empeño pusiera.Y yo no me canso de mirarla y ella me enseña todo su cuerpo y me paga los besos de su ausencia y se los cobro a precio de usurero. Sentí unos celos enormes del Sol y del monte, que en solo siete días embellecieron su cuerpo.¡Y yo que pensaba que lo más bello del mundo, eran los besos!

Ausencia (X)


La ausencia tiene sabor amargo, se endulza a penas cuando esperamos que algún motivo nuevo ocupe el espacio y el vacío que queda, cuando se han marchado las ilusiones y renace la espera.
Maka estuvo ausente siete días. ¡Una semana! No fueron los siete días que estremecieron al mundo, fueron los siete siglos que estremecieron mi alma. Una ventana abierta era la invitación permanente para el regreso, era la señal haciendo luces para atraer las alas.
Sin mi cotorrita la tristeza se vistió de largo y se quedó sentada sin ir a la fiesta. No hay brindis para la ausencia, ni hay fiesta cuando un ave se aleja. Se gastaron mis ojos de buscarla en el vuelo de las aves pasajeras. Se gastaron mis zapatos detrás de sus huellas. Me lastimé descalza persiguiendo a mi estrella. Inútiles búsquedas que limitaron mis fuerzas; pero no la esperanza de que volviera y por eso, le dejé la ventana abierta.
Pensaba en mi avecilla bisoña en el vuelo, quién sabe azotada por cuánta inclemencia. ¿Qué rama de árbol ocuparía el lugar de su cesta de mimbre? ¿Qué hojas frías cubrirían su cuerpo? ¿De qué plato se alimentaría, si en el monte no hay mesa? ¿Cuántos peligros rondarían su inocencia?
Mi esperanza en el retorno se volvió incierta; pero la ventana abierta seguía señalando la ruta desde el cielo hasta la tierra y desde esta, hasta mi alma despierta... y me llenaba de fuerzas pensando que cuando la añoranza le lastimara el cuerpo, y el pecho... de seguro volvería para darme un beso.
Por las tardes, llenaba la ausencia de Maka contemplando el vuelo de las aves retozonas con el viento y miraba hacia arriba, bien hacia arriba... ¡hacia el cielo! pedía en secreto que mi avecilla volviera y por eso la ventana, seguía abierta.
Una ventana abierta para tu ausencia... ¡Regresa!

Estrenando alas (IX)


Un día Maka hizo su debut en el escenario del aire. La luz de la puerta abierta se apoderó de ella, la envolvió y la arrastró. Fue un instante. Fue un siglo.Voló.
Había que ver el planeo de sus alas extendidas por primera vez, parecía un ave de luz. Desplegadas sus alas la convirtieron en un ave enorme. Un corto viaje hasta un árbol cercano: primera parada. En su ramaje , confundida con el verde de las hojas, Maka era una hoja más; desde el suelo mi inútil reclamo suplicante. Maka debutaba.Tenía yo la esperanza de que no sería sorda a mi llamado y que mi olor la traería de regreso hasta mis manos extendidas hacia la copa danzante del árbol vocinglero. Quizás así habría sido, si el azar no se hubiera encargado de arrastrar sobre la copa orgullosa, una bandada de cotorritas salvajes. Dudó Maka. Gritó: ¡makaaa! y se marchó confundida entre sus hermanas de alas que la recibieron con alegría y celebraban su llegada. Fue un instante, un solo instante que cambió mi vida y la de Maka.
Una resignación turbada ante la pérdida me sacudió el alma. Buen viaje, Maka, estrena tus alas. Se quedó mi casa sin nido y mi alma: ¡sin nada!.
¡Se fue mi cotorrita!

Arlequín(VIII)


Maka es mi Arlequín en el palacio de la soledad inclemente que es mi destierro del amor. Su presencia lo llena todo. Ella lo sabe porque hace fiesta con su aprendizaje y desocupa mi pensamiento que se recrea en la magia de sus juegos y habilidades ... Penetra desde el encanto de sus malabares hasta la jungla de las penas y las deshace suavemente... anida y no deja lugar sin cubrir.
Su vocabulario es amplio y preciso. Más preciso que amplio para ser justos. Con sus precisiones me pone de volteretas , por graciosas y simpáticas. Lo de la amplitud son cosas del cariño, porque de trabalenguas y secreteos, a fe mía que no se le entiende ni lo más mínimo; pero yo la secundo en ese juego de lenguaje y quién sabe lo que nos decimos. Eso sí, repite su nombre a la perfección y no de a una; sino sin punto, ni coma, ni pausa para su hablar. Pide "besitos" como por menudeo. Al primer "bechito" le sigue un caudal de lo mismo, entonces ladea su cabeza tallada y con su pico entre mis labios, se bebe los besos; unas veces silentes y otras, con rara estridencia, como los besos de adolescentes cuando estrenan sus bocas.y luego de los besos la muy pícara suelta: "Ay, qué rico" y así hasta que me canso y la devuelvo a su nido de mimbre con un "basta". Mi cotorrita pide pan, pide besos, pide agua.. ¡No se cansa de pedir!.
Nombra a todos los miembros de la familia e imita sus risas y sus voces y aprendió una palabrota de esas que no se escriben en los libros, ni se dicen tampoco; pero yo se lo permito y ella se complace en ser soez.
¡Cómo silba mi ave sonora! Pareciera que un violín es su garganta. Despierta al barrio con sus conciertos y los niños se arremolinan en la ventana para disfrutar de su arte. Pero lo que mejor hace mi Maka es cantar al compás de alguna melodía salida de la radio y por supuesto...¡bailarla!
Hasta alpinista es la muy bribona, a la espuela de sus uñas no se le resisten cintas, cordones, cables... escala a veces, cabalga también y luego en la cumbre de lo que haya conquistado, planta sus banderas de risas y parloteos. A veces mi Arlequín es más que eso. Mientras escribo o leo, hace nido con el pelo sobre mis hombros y desde allí parece que lee y que escribe, porque se ha bebido más de una lágrima indiscreta que ha hecho camino por mi mejilla.Y entonces se queda calladita y respetuosamente me da un beso sin que yo se lo pida. Para mí, ha cambiado su traje y me regala el encanto de su verde plumaje para que mis ojos se lo beban y recobren la esmeralda perdida por las penas y los años y para que olviden alguna cosa fea que la luz ha guardado en mi pupila.

Instintos(VII)


Maka tiene sus buenos o malos momentos, que eso no puede decirlo quien viva fuera de la piel de un ave. Mi avecilla no tiene vuelo y es prisionera voluntaria; pero prisionera. No sé si se queda a mi lado porque me ama o porque desconoce la libertad.
Días hay en que se encierra en su soledad de ave; son días para su instinto y yo se lo respeto. No reconozco entonces la suavidad de su plumaje: erizada y en danza extraña y majestuosa, se cubre la cabeza con el ala y creo que sueña con el amor. (¿Cómo será el amor de las aves?) Su lenguaje se torna hechicero y desprende de su cuerpo un olor a monte que presagia el intento de alguna fuga. Entonces yo respeto su intimidad y me repliego, cubro su juego amoroso con una cortina de gasa azul para no presenciar sus devaneos en soledad.
Después todo pasa... se baña en el agua clara de su tina y lava su cuerpo y su sangre. Regresa del ensueño de sus amores imaginados y viene hasta mí convertida en la inocente avecilla que comparte conmigo caricias y ternura. Ahí le abro la puerta de la jaula amplia que es mi casa para que vuele hasta donde la conduzcan sus instintos; pero se aventura hasta el alero y pensativa o indecisa, (creo en ambas) da la espalda de sus plumas al sol y vuelve a refugiarse entre mis manos... Viene como de un baño de luz.