domingo, 23 de noviembre de 2008

Cartas cruzadas ( III )



III
Estarás conmigo hasta en las semillas de los frutos maduros.

Al más amado de los mortales:
Quizás un día ya mis cartas comiencen a espaciarse. Nada temas, porque mi amor es el mismo, tal vez algunas circunstancias me impidan escribirte; pero conmigo estarás hasta en las semillas de los frutos maduros, en el rocío de cada mañana, en el Sol que calienta a la Tierra y en cada beso de mujer que retoce en tu cara o en tus labios. Ya no te digo más que soy quien mejor te ama, eso lo sabes bien, ahora te digo que nadie te amará como lo he hecho yo. ¿Es lo mismo? No. Tú sabes que no. Mi andante fugitivo, no olvides que tus molinos son reales, cuida de no caer entre sus aspas. Cuando lo pienso, el corazón se me hace pequeño y mis ojos se humedecen. Tráeme la paz haciéndome saber qué coraza vistes. Estoy contigo en cada travesía, mírame ahí a tu lado. Tu rostro moreno me hace revivir otro rostro moreno y tus manos largas y fuertes me sostienen por la cintura. De ellas no desearía desprenderme jamás; pero es triste darse cuenta que los abrazos "in vitro" no son cálidos. Abrázame cada día en todo talle de mujer; bésame cada noche en todo rostro que repose en tu almohada. Amores como el nuestro no se encuentran, por eso te pido que lo conserves y no lo dejes morir jamás. Tómame en cada bandera que se alce a tu lado y poséeme en cada mano que se te extienda. Haz uso de mí, que para eso me tienes y para eso te amo. Todos estos años de ausencia han plateado mi cabello e imagino que al tuyo también; pero estoy segura que seguirás igual de guapo. Todo el tesoro del Universo lo cambiaría por verte un instante y por la paz eterna de uno de tus besos y después no me importa si muero. Abrázame bien fuerte, mi Nícol.
Tú, recibe el amor eterno de quien por quererte, olvidó quererse. Hasta siempre. Adiós,
Tu amada
Carta 480
Cuba

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