viernes, 30 de enero de 2009

Alas rebeldes (VI)


Capítulo VI

Miedo

Me duele que no comparta el ruido verde del monte y del palmar; la dejo libre y le digo que está lista para reanudar su vuelo trunco; pero ella no se va. Es mi cómplice y me perdona. Es mi almohada y no me abandona.
Pero yo adivino cuando el sol hace brillar su plumaje, que extraña el retozo de los árboles con el viento aunque no lo conozca (pero lo sueña) ; intuyo que algún oculto instinto la llama a través del aire que le trae trinos alegres de las aves no cautivas, aquellas que reinan en jaula abierta de manigua y amaneceres cantarinos.
Temblando le abro la puerta. Ella lo sabe, porque bate sus alas con alegría o pesar tal vez; pero no traspasa el umbral. Le hablo quedito: "¿ A quién le cuento mis cuitas si tú te vas? Tengo un miedo enorme de perderte y me estoy muriendo porque te quedes.Tuyo es mi corazón. Aquí no hay jaulas para tu cantar, aquí está la cumbre de mis hombros, refugio para tu anidar" Pienso que me entiende porque no se va... pero yo adivino en su plumaje que parpadea cuando el sol la invita, que un afán secreto algún día la incitará al vuelo.
Y yo me consuelo con su presencia insegura. Ropaje suave de pluma verde para mis dedos fríos, piar armonioso para aplacar mis llantos, sostén de mis besos inquietos.
Maka verde de pluma y canto, no me dejes nunca. Ni jaula, ni enojo para tu inocente dulzura cautiva de mi boca, tu cuerpecillo tibio calienta el frío de mis venas en soledad y me ayuda a alentar el gélido cierzo de mi andar cansado y perdido (y también cautivo)... pero le abro la puerta para que compita con el sol y ella...
¡ Ah, misericordia ! ; opta por la jaula de mi amor que son mis besos. Te amo, Maka... Tengo miedo.

Alas rebeldes (V)


Capítulo V

Éxtasis

Maka come de mi plato y bebe de mi copa. Costumbre esta que compartimos casi desde que nos encontramos aquel septiembre; ella moribunda y yo emocionada.
Prueba mi comida y si le gusta , hace su banquete. Degusta mi bebida y si le complace, hace festín.¡Pobrecilla Maka de mi corazón! Casi le cuesta la vida esta afición.
Un día probó de mi copa el vino dulce,despojo de un tardío encuentro de aniversario. Mi Maka no sabe de vicios, ni de vinos... solamente es catadora inconsciente y ahí comenzó esta desventura donde mi responsabilidad perdió toda la cordura. Mi vino dulce la conquistó... y la embriagó. Cayó desmayada , yerta, exámine cuerpecillo, anestesiado , ofreciendo un grotesco cuadro de embriaguez.
La lengua fuera del pico, los ojos entreabiertos, las paticas extendidas su menudo cuerpo sin aliento, estirado y feo: la muerte parecía y haberla robado. Mi irresponsabilidad casi llevó a Maka a su último vuelo, no hacia el sol, sino hacia el interior de la tierra.
No respondía ante mis lamentos; ni al café amargo, ni al agua helada sobre su cabecita caída...¡Se moría mi cotorrita! Pasaron varios minutos que se transformaron en horas, antes de que mi avecilla diera los primeros síntomas de reanimación; y siglos antes de que sus oscilantes paticas sostuvieran a su desmadejado cuerpo.¡Maka se embriagó con mi vinillo dulce!
Ahora al evocar aquel episodio, resulta simpático; pero ese funesto día asistí a un espectáculo irreverente y despiadado. Le he pedido disculpas en todos los tonos. Ella me ha perdonado... porque sigue besando mi boca y cantando para mí.Yo no me perdono...

jueves, 29 de enero de 2009

Alas rebeldes(IV)

Capítulo IV

Maka

Maka es una cotorrita hembra. Sus ojillos son pequeños, redondos, inquietos cristales negros que hablan de amor. La ternura de su mirada brillante prendida de la mía es poderosa. Ladea la cabeza pequeña y la apoya contra mi rostro; es la caricia que mataría de envidia al desamor. Me platica con mimos, me consuela con trinos, me hace fuerte con su cercanía. Las horas silentes ahora tienen dueño y me dicen lo que mis oídos y mi corazón quieren escuchar.
Es saltarina parlanchina que me mira desde el suelo y desde allá abajo debo parecerle una mole que se yergue ante sus alas pequeñas y su pico cerrado. Entonces escala la montaña de mi cuerpo, asiéndose como puede, hasta conquistar la cima redonda de mis hombros. Allí hace nido con mi pelo y me susurra al oído ternezas de besos y bojea el nudo de mi cuello con un coqueteo de hojarasca olorosa.
Cuando la encontré cabía en la palma de la mano. Ahora cabe en mi mano abierta. Su plumón escaso y verde de entonces se ha transformado en un suave plumaje brillante que irradia bajo el sol. Sus alas han crecido y las bate fuerte ensayando su vuelo.
La tirana me enoja a veces. El punto de mi pluma está defectuoso; derrama tinta sobre mi escritorio y algunos de mis textos a duras penas han podido sobrevivir a la inclemencia de su pico rebelde. El refajo rosado hizo nido en su canasta y el arbolito de la sala quedó desnudo ante el otoño de su destructivo instinto.
Mi enojo es como el viento: viene y va; la furia desatada se esfuma cuando mi avecilla clava en los míos sus ojillos inquietos o cuando me besa la boca con la rebeldía de su pico afilado.Tiene resortes en el cuerpo: sube, baja, corre, camina, picotea, danza y besa. No existe la quietud para su ligero cuerpo en la acrobacia de su danzarina majestad.

miércoles, 28 de enero de 2009

Alas rebeldes (III)

Capítulo III

La adaptación

La desconfianza y agresividad de los primeros días fueron desapareciendo a medida que se recuperaba. Poco a poco fue adquiriendo la seguridad del moribundo que se salva tras un crudo rescate. A mi lado se curaron sus heridas, de mi mano aprendió a comer y más tarde, con mi aliento: a andar.
Recorre mi casa, mi cuerpo y mi alma como agua bendita que limpia mis heridas y mis errores. Yo lo llamo dulcemente ... ¡ Maka! y viene a mí con pasitos saltarines y esconde su cabeza entre mis pies pidiendo que le suba al cielo de mis hombros. Duerme en cama de mimbre y lo cobija del frío un edredón de algodón.
Picotea cuanto encuentra y besa mis pies, mi cara, mi piel y mi alma.Come de mis manos todo lo que le ofrezco y de migas, frutillas y pedacitos de ternura, llena toda la casa que a su paso, le tiende la suavidad del amor.
No supe cuándo Maka comenzó a sentir que formaba parte de mi mundo; pero así fue. Se muestra a gusto entre nosotros y se saber reina ( porque es hembra ) de los corazones que la miman y la consienten. ¡ Ya no sé si me mima a mí o es a la inversa, que el amor cuando es mutuo no hace filas, ni se disputa puestos !

Alas rebeldes (II)


Capítulo II

El nombre

Mi pajarillo tenía ahora un nido en una cesta de mimbre y el cuidado de una madre antes que decidiera explorar el sol con su vuelo. Tenía el cariño y la ternura cerca de su diminuto cuerpo ; pero era un ave sin nombre.
Simplemente era mi pequeño pajarillo verde que piaba ronco y a mí me parecía que clamaba por su mamá o por sus hermanos. Entre arrullos y dulzuras lo fui acercando a mi rostro y yo me atrevía en cada intento a un nuevo beso y él lo fue permitiendo, hasta que pude cubrirlo con mis labios sin que se enojara.
Había decidido llamarlo Septiembre; porque me gusta el nombre y porque este mes me lo regaló. Pensé que este nombre le quedaba grande a un pajarillo tan diminuto; septiembre es un nombre fuerte, es como un tañir sordo de campana antigua y mi pajarillo sonaba a nota aguda y escondida en los arpegios de un violín de juguete; no obstante, comencé a llamarlo Septiembre.
Y ese sería ahora su nombre ; pero un día mientras lo acariciaba, tal vez clamando por su mamá, pronunció su primera palabra: ¡ maka ! ¡ maka ! ; así piaba. No sé si en el lenguaje de las aves simboliza amor, o mamá, o hermanos, o gracias ... pero mi avecilla estrenaba nombre ya para siempre: Maka.

ALAS REBELDES


Capítulo I

La llegada

Temblando de hambre , de frío y de miedo, me la trajo septiembre. La encontré bajo un árbol, tenía las alas y las paticas rotas, tan rotas como su desvalida figura aleteando entre las yerbas verdes y húmedas. Apenas la cubría un fino plumón de color verde claro. Las lluvias habían mutilado su primer vuelo y se desplomó al suelo. Imagino que así caen las estrellas del cielo cuando pierden su órbita, el ave perdió su nido y el intento de abrir alas al cielo. Así la encontré: rota y perdida. ¡ Qué tristeza la de un pajarillo sin vuelo ! Cabía en la palma de mi mano y en un beso de mi boca. ¡ Así de pequeña era ! Primero fue violenta, desconfiada, desafiante.
No encontraba en mi voz el piar de la madre, ni en mis manos el calor del plumaje que durante días cobijó su cuerpecillo desvalido. Decidí adoptarla y entre picotazos y estertores del ave en rebeldía, la tomé entre mis manos y la llevé conmigo hasta mi casa. El pajarillo lloraba y mi alma cantaba mientras imaginaba el castillo de ternura que construiría para ella. No sé si el pajarillo sentía miedo, supongo que sí porque yo lo sentía temblar entre mis manos; pero yo estaba feliz. ¡ Qué injusticia ! Pero aligeraba mi conciencia repitiéndome que cuidaría de él con dedicación hasta devolverle su vuelo trunco. Esa era mi verdad. En ese momento sentí que le nacía un retoño al árbol viejo de mi alma y que un Rey Mago respondía al mensaje dejado en un zapato de mi distante niñez.

sábado, 17 de enero de 2009

El destierro


El camino del desterrado comienza en la piel y va abriendo surcos que son huellas hasta llegar a la desnudez del hueso; lo carcome y no necesita rótulo que le identifique porque lo lleva escrito con sangre sobre la frente, invisible para el mundo, la inscripción es en el alma.
Quien ha perdido su tierra no encontrará parcela ajena para plantar sus semillas. No germinan estas sobre el desierto de la ausencia. Un desterrado vivo es un muerto sin reposo y muerto, andará en busca de un cuarto de tierra propia donde esconder sus fantasmas hechos huesos bajo alguna enredadera silvestre y envolverse con el aire que despeina las cruces y sacude las lápidas; y no encontrará ese refugio para la descomposición de su latitud perdida.
El destierro duele y crece, sin alivio. Clama el infortunado por la medicina de abrazos que le acerque a su lejanía. Quemadura en el alma e incendio en la piel son el estigma de un hombre lejos de su tierra. Ha perdido la virginidad de su propio nombre y el lodo público le mancha los harapos de la carne desnuda; hay contaminación en el aire que intenta respirar y se desprende un hedor marginal cuando la lluvia le azota el rostro.
Mugriento ser perfumado es el desterrado. Es el mandamiento del pecado que clama por la clemencia o el perdón difusos en la lejanía. Es una huella de sombra entre las arenas perdidas, es el sueño sobre la almohada cómplice de las lágrimas y es el despertar sacudido por la pesadilla.

LA MENTIRA


Aquello que se sueña, no se tiene
En lo que el triste humano a haber alcanza;
para más tormento
Locura es el invento
Humano de esperanza.
José Martí

La mentira repta para escalar y allá en lo alto hacer sus debut; se enrosca y tritura los músculos y los huesos de sus víctimas; hace pedazos al músculo fibroso que es el corazón; mancilla, corrompe, hunde en el lodo lo más auténtico del ser humano... devora calladamente y después desciende y se arrastra repulsivamente. La mentira es serpiente que destila veneno y si logras sobrevivir a su mordedura, te deja muerto el lugarcito para la confianza.
Puede que hasta sanes de la herida; pero las cicatrices perduran y te persiguen, te señalan y ante la menor rozadura, sangran. Las huellas invisibles de la desconfianza te envuelven en su complicidad y aunque desees dejar de arrastrarte, ya nunca más podrás erguirte del suelo hediondo hasta donde te ha llevado ese reptil miserable que es la falsedad.
De la mentira puedes salvarte; pero la confianza no la recuperarás jamás. La mentira mata con alevosía,premedita el homicidio; se regodea con sus víctimas y las violenta con deshonestidad.
¡ Qué animal y pobre es la mentira! ¡ Aunque el amor la
absuelva, la desconfianza la condenará! A mí me ha mordido esa culebra y sin embargo; le sigo poniendo el pecho para que duerma... ¿ Me morderá ?

Ejecución impune



La Desconfianza es una asesina silente;persigue,ata,quebranta los huesos y arremete con sordidez premeditada hasta devorarte el alma. Es homicida macabra sin puñales certeros,ni venenos,ni estocadas.Con oportunismo de amante seduce y hasta encanta cuando reclama;cambia de piel y mata.Se aprovecha de la orfandad del cariño y hace lazos con la traición hasta desflorar la virginidad sin manchas de la credibilidad. Después se lava las manos y se enjuaga la boca... ¡ cómo si nada ! Es peor que la Mentira la Desconfianza. Es asesina con frialdad que espanta. Así va perdiendo su aliento la Confianza y muere como flor mancillada.Acaba de ser asesinada y ya para siempre, eterna e insepulta la rondará el fantasma homicida que se esconde entre las palabras y que llamamos Desconfianza. Entonces sabrás que ya nada te salva. No se muere siempre en la forma que Dios manda. Algunos vivos andan sobre la tierra, mientras la muerte los persigue descalza. Las huellas son cicatrices bajo la lápida del pecho y el epitafio lo conforma una sola palabra.

miércoles, 7 de enero de 2009

Desde orillas opuestas


"¡Qué tonto es le puente: cree
que construyeron el río para
que bajo él corriera!"
Excilia Saldaña (Escritora cubana)

Por muchos años llevé conmigo el libro "La noche" de Excilia Saldaña. Entre sus páginas he encontrado textos muy bellos que me han cautivado por hermosos y por sentenciosos. Este que encabeza mis reflexiones es uno de mis preferidos.
La sentencia de la escritora, bellísima sin dudas, me hace tomar partida desde la orilla opuesta. ¿De qué se jacta el río? ¿Qué culpa tiene el puente si no puede juntarse con el mar? ¿Qué culpa tiene el puente si no le permitieron llegar más allá? ¿Quién le dijo al río que sin el puente los transeúntes pueden soñar? Me enojo con el río. A cada cosa su lugar. ¡Qué triste el río sin poder sus orillas juntar! ¡ Qué triste el mundo con las gentes desde orillas opuestas, que por distantes son extranjeras ! ¡ Pobres gentes desde orillas opuestas ! ¡Qué huérfano el río que no las puede amar ! No es hermoso ver pasar los barcos desde la orilla, lo alegre es desde el pedestal . Lo grandioso es verlos desde arriba porque solo así, valoras su calar. No es hermoso decir adiós desde la orilla. Lo importante es poder juntar las manos sobre la barandilla. Qué importa que la corriente sea limpia, cristalina, si solo corre de arriba hacia abajo, o al revés, que en definitiva así es la vida; pero qué lindo si allí está el puente y se ve todo ; pero desde arriba . ¿ Quién le dijo al río que el puente se cree superior en desafío? ¿ Qué culpas tienen aquellos que desde la orilla tienden las manos al vacío porque no ven el puente sobre el que podrían estrecharlas sin frío? Para abrazarse sobre él está el puente y no solo para que por debajo fluya la corriente. El río es hermoso y él lo sabe, que bien murmurino y cantador es. Le llaman poderoso, a veces hasta infinito. Siempre desde la orilla. El lado feo del río solo se ve desde el puente: junto al remanso, un remolino.Tal vez por esto al puente no le quieran bien.Yo te invito a que subas al puente y a que contemples el río desde allí. No te asustes, aprende. Junto con la hermosura que verás correr bajo tus plantas, observarás las zonas oscuras, sucias y contaminadas del serpenteo. Observa lo que te ofrece el fondo y descubre entre nidos de algas y turbios remolinos, la hermosura de las cosas feas; no para extasiarte con la realidad inmunda; sino para que con la resistencia de tu ternura, conviertas al abismo revuelto del fondo oscuro, en el espejo plateado que solo ves desde arriba cuando te estancas en una de sus orillas.Ven conmigo al puente de mando que es el del río y no lo creas tonto, ni engreído. Ya no sé si me enojo con el río.Ya no sé si desvarío. ¿Qué culpas tiene el río si el mundo se complace en decirle que es lindo? De todas formas ahí está el puente y desde su pasarela, gentes como tú o como yo, en franca alianza con el frío, nos apretaremos las manos para que el corazón no muera aterido. ¿ Puente o río? ¿Río o puente? ¿Tú o yo? ¿Tú o el mundo? ¿ O el mundo de frente al río? El río, el puente y nosotros.
Ya no tengo más "La noche". Regalé el libro a una persona muy importante para mí porque deseo que aprenda, que para valorar las cosas hermosas de este mundo, es preciso subirse al puente y no contemplarlas desde la orilla. ¡ Ojalá tome partida !

Tiempo viejo prisionero del alba




El Duende de la Nostalgia ha estado revolviendo entre mi valija desvencijada, único equipaje cuando partí de mi tierra, tan pobre ella misma como yo desorientada, demasiado grande para equipaje tan pequeño y excesivamente pequeña para llevar mi esperanza. Anacrónico equipaje entre la multitud, humilde y raída como su dueña, perdida entre las manos que parecían ajenas en un cuerpo escapado de su espacio y de su tiempo, hasta ahora así de intactos en tierra ajena.
Cuando despedí mi mundo iba con mi maleta cargada de sueños y esperanzas, repleta de proyectos y el sol aprisionado entre mis cosas; preñada de abrazos y manos blancas que se multiplicaron en adioses y palabras francas; una maleta vieja soportando entre sus tapas, junto conmigo, la ternura sin palabras.
Llaves de falso broche en cierre tan endeble han guardado el tesoro de mis recuerdos que se niegan a mostrarse porque no hay derecho a delatar la nostalgia que se esconde olvidada; pero viva, dentro de un equipaje cerrado. Sin embargo; un duende curioso por el placer morboso de hurgar entre secretos celosos, ha revuelto mi equipaje y hasta lo más pequeñito de mi alma en cautiverio, reo voluntario por amor, tesoros auténticos del cariño jamás subastados, ni sustituidos, ni violentados; para siempre heridas abiertas que se restañan con besos y se multiplican en auroras cada vez que amanece y la humedad de la almohada delata los anhelos que en el corazón se esconden por el retorno en sueños a tu calle mojada.
Mi equipaje desnudo es nada, manojito de pequeñeces que cabe entre mis palmas... un libro de versos preñados de esperanzas, apuntes curiosos escritos por vanidad sana, cartas viejas con sabor a distancia, flores secas entre cintas rosadas, miniaturas del niño que llevé en mis entrañas y allí están guardadas, fotos que aprisionan rostros de personas amadas, papeles viejos como mis añoranzas, recuerdos vívidos de mis encrucijadas, recuerdos pequeños en haces tan grandes que se desparraman por toda la casa cuando la cubierta hundida de mi maleta rota descorre los broches que los aprisionaban y ahora andan sueltos alborotando el aire que oliendo a caña me azota la cara. En una maleta tan grande el espacio se agiganta; recuerdos tan intensos no caben entre sus bandas. Mi maleta está repleta de besos que allí se aprietan en la quietud de algún rincón oscuro de esta que no es mi casa y esperan, pacientemente, que el duende curioso de la nostalgia desate sus amarras para que yo los sienta sobre mi cara, cada vez que la abra. Mi equipaje no tiene precio porque esos recuerdos permanentes me asaltan estremecedores y recorren de punta a punta mi alma. Si lo abro, suspiros se escapan y murmullos de despedidas se pierden por toda la casa. La mayor parte del tiempo mantengo mi maleta cerrada para que nadie me robe los besos que guarda y cuando la abro, a solas, me bebo en silencio los recuerdos que me regala de aquel mi tiempo viejo prisionero del alba.
Mientras escribo estos apuntes en cuartillas desordenadas, la furia desatada de un avecilla cautiva de mis besos, juguetea con mis notas, destaja con su pico las frases aprisionadas entre las claves de mis versos y mi prosa desbocada y no sé yo si por sed, o por amor, o por inocencia incauta, o quién sabe si para aligerar el peso de mi alma, se bebió una lágrima que rodando sin enojo sobre mi mejilla, iba directamente a emborronar la página rota que soportó con estoicismo el despliegue de mi pluma para llenarla con tanta nostalgia.
Mi equipaje nuevamente cerrado ha abierto mis añoranzas y han desordenado toda mi casa y mi alma. Yo sé que mi maleta está llena de besos para sentirlos en mi cara cada vez que la abra.
- ¿Hacia dónde vas Duende inquieto de la Nostalgia?
- ¡ Vamos ! - Me incita el peregrino - Liberemos al tiempo viejo prisionero del alba.

Estrellas nuevas sobre los sepulcros


Hay un lugar sobre la tierra o bajo ella, que quisiera limpiar con besos; pulgada a pulgada recorrerían mis labios la frialdad del mármol o la oquedad perdida, como se besan los pies de un Rey que ha muerto o los de un santo cuando ha nacido. Allí abrasa el sol, llueve luna y se infiltra la bravura para devolver con gloria de besos el calor, la belleza, la dulzura y la vida, a esos guerreros nobles que no descansan desde sus tumbas. Hay un lugar que limpiaría con besos: la tumba de un guerrero. ¡Estrellas nuevas sobre los sepulcros !
Sobre sus huesos desnudos se cirnió el orgullo; cadáveres andantes que en vigilia incorruptible cabalgan entre la llovizna, el cierzo y el fuego; son simplemente guerreros de la aurora. Muertos sagrados que no podrán ser mancillados con la mediocre blasfemia del que está vivo; son mástiles enhiestos en la profundidad del mar; son astas preñadas de blasones tricolores, firmes a pesar del viento; son estertores de pelea cuando se acaba la batalla; son vivos que andan entre los muertos y desde allí se suman estrellas y dirigen la cruzada. Sobre sus marmóreas tumbas: los besos; para limpiar con la humedad de los labios la mugrienta vileza del olvido y la impotente tristeza de no poder vestir sus huesos con la carne flameadora de una bandera.
Ya sé, hay un lugar sobre la tierra o debajo de ella, que limpiaría con besos, para que el calor de mi boca aliente a los huesos yertos que cabalgan en carrozas de fuego; y los amaría con ternura de fuente porque quién sabe si sedientos, antes de la batalla, no les preguntaron desde cuándo no los humedecía el calor de un beso.
¡Un minuto de silencio para los muertos!
¡Un toque de estrellas para los guerreros!

El naufragio


Todo es nuevo: en las nobles ramas viejas
Nueva es la flor, las hojas, el rocío,
Y hasta el nido debajo de las tejas.
Solo el nido de antaño está vacío.

Henry W. Longfellow

Como náufrago en tierra es el desterrado; huérfano de Patria que es la más terrible de las orfandades.¡ Se quedó sin tierra donde vivir y morir ! ¡ Se quedó sin Patria para la cual vivir y morir ! Desheredados de la música de su lengua, plebeyos sin estirpe en tierras nuevas; extranjeros del sentir en cualquier andén; devorados por las hordas de la adaptación en la vorágine del sustento del diario vivir. Como todo náufrago luchando por llegar a la orilla, aunque distante se divise la orilla y como todo náufrago también, aferrados a la vida como un sueño, a pesar de que solo en sueños se convierta la vida; atrás las raíces, sus alegrías y viejas esperanzas, destierro de afectos y del cielo sin nubes como un ensueño en lontananza; y sobre el surco de las olas: las lágrimas, salobres suspiros que se juntarán con los mares y en remota añoranza llegarán a la desembocadura de un río olvidado, allí fundirán delta y quién sabe si endulzarán las piedras redondas del vado por donde se hunden otros pies cansados que soportan cuerpos de sueños colmados.
El náufrago cala en playa ajena, cubierto de algas enredadas en la cabellera y que le marcan el cuerpo como estigmas, cuerpo ya para siempre encadenado por las cuerdas invisibles del desconcierto. Ataduras invisibles que laceran la piel nueva en unos huesos viejos y como grilletes candentes le marcan el paso lento sobre calles desiertas. Sobreviviente de la furia de las olas que viene a morir asfixiado en las dunas de arena de la playa extranjera. Es un náufrago en tierra que no sabe qué espera, es un cuerpo de sal solidificada, transparente y tan frágil que no resiste el embate altanero de la roca cuando la ola de espuma lo arroja despiadadamente sobre aquella y entonces se rompe; deshecho cuerpo roto cuando a penas comenzaba a probar fuerzas y a tomar aliento; náufrago en tierra firme, descalzo de intentos y vestido con el coraje de los sueños, jirones vivos sobre su esqueleto; tímido marinero del trigo compitiendo con el Universo, levantando barricadas en la oscuridad y el silencio; llevando sobre la espalda las quemaduras del fuego del destierro, mientras suspira por los acentos de un mundo que propio, estrecho y entero, ha cambiado por sueños de otro mundo, amplio, más roto; pero sobre todo... ¡ ajeno ! Y se dice que ha llegado a puerto, comienza entonces el navegar hacia tierra adentro, con la llagas en el alma y la Patria distante dentro del pecho. Lleva el cielo como abrigo y los ojos puestos en algún incierto sueño que le restaure sus pérdidas, aunque a solas sus quejas naveguen en veleros blancos de sus pensamientos y con migajas de esfuerzo construya para su árbol un nido nuevo, aunque sabe que el suyo de antaño, ya para siempre estará vacío. La nostalgia del destierro le desgasta por dentro y se pierde en escaramuzas del recurrente recuerdo que le toma por asalto, dormido, y le recorre el cuerpo cuando, despierto, vacilante y ajeno, sabe que ha perdido su nido y su nombre no será otro que el de extranjero. Aunque pasen los años y en la batalla por llegar al cielo conquiste algún planeta nuevo;
amanecerá cada día con el sabor amargo entre los labios que le recordará que sigue siendo náufrago porque ha perdido su suelo en tierra firme; el sonido del mar bravío y violento le seguirá azotando el cuerpo, como aquel lejano día que sobre playas ajenas lo impulsó el viento y la espuma blanca le desdibujó la anatomía de su cuerpo. Una nodriza nueva estrenará sus pechos; y un náufrago viejo beberá de ellos.

Dedicatoria a los náufragos de amor


Para los náufragos de amor, porque en este Diario de abordo, más que de sus naufragios, con sus historias nos trazan la ruta para llegar a la playa de sus encuentros. ¡ Allí las arenas son limpias !¡ Llegar !
La vida es un eterno navegar; embarcaciones frágiles nos llevan y nos traen por los infinitos mares de la subsistencia. Mares a veces serenos, limpios, tan azules que se beben el color del cielo para hacer más corta la travesía entre alegría y bonanza. Son días felices, cortas edades del vivir, donde se disfrutan con placer infinito, detalles lindos y pequeños; pero que crecen allá dentro del pecho y danzan al compás de la música que provoca el corazón galopante en corcel de fuego de hoguera, tibio y acariciante y así danza la paz del privilegio de vivir.
A veces los mares se tornan bravíos. Tempestades anuncian que las olas gigantes se tragarán tu endeble navío y en desafío pujante harás batalla al naufragio inminente, pensando tal vez, que el fondo del mar será la casa para tus miembros descompuestos, abusados y para tus huesos rotos y perdidos, puede que te aferres al milagro del rescate de ti mismo y entonces, flotando a la deriva el sol te lastime la piel que recubre tu cuerpo y como al diamante, haga carbón tu sentir. Son naufragios propios o ajenos; tardíos o prematuros; pero te laceran, te envuelven, te achican, te reducen. Corazones náufragos del amor, sobrevivientes que cargan cruces y ciñen sienes; desesperados entes que en la batalla por la vida han ido dejando jirones de ella en su paso por la tierra y ensanchando playas con la arena arrancada a cada tramo de su cuerpo, ya pétreo por tantos embates. Corazones náufragos por la pérdida de los anhelos auténticos, cautivos en costas vírgenes donde las caracolas se desnudan para que las cubra el pudor de la floresta; desembarcos abortados para parir auroras y marcar la huellas en arenas teñidas por la sangre de las arterias henchidas y el azúcar balsámico de la savia escondida. Ahí vamos, náufragos, con el corazón herido y una y otra vez restañado; gestando nuevos afanes para regar el surco abierto con las semillas de nuestros amores. Son historias calladas que alguna pluma desfloró de timidez y ahora cantan sobre cuartillas osadas. Son surtidores que refrescan la memoria para mantener latentes las tristes glorias que hacen más fuertes, más nobles y más cautos, los desencuentros de la HUMANIDAD.