lunes, 1 de noviembre de 2010

El primer día


Allí la dejé. Sentada con los pequeños brazos sobre la mesa circular y una mirada de asomo en sus ojitos muy abiertos. Parecía una flor en botón arrancada del tallo negado a dejarla ir. Apenas musitando bajo sus miedos y curiosidades el inicio de su despertar. Una ternura infinita se apoderó de mi corazón al ver a mi niña por primera vez huérfana de brazos de padres. Pero alumbraba todo a su alrededor y poco a poco, su mirada se fue desprendiendo de la mía. Así la dejé en su primer día de escuela, ahora para siempre su segundo nido. Aunque pasen los años esa carita alzada al viento y los ojos en escondite jamás los olvidaré. Es treinta de agosto del dos mil diez y hoy comienza para mi niña el tránsito por la vida escolar. Allí la vi. Allí la dejé. Estas son las pequeñas grandes cosas por las que caminará a partir de hoy y que para bien sean. Un día ya el botón de flor no necesitará de ramas que lo sujeten y hasta entonces aquí estarán mis brazos para cobijar todos sus derroteros, si Dios me concede la gracia. Al regreso parecía una mariposa con las alas abiertas estrenando color. Cuando se cerraron alrededor de mi cuello descubrí un olor nuevo disuelto en su cuerpecito menudo: el olor de la escuela.

Equilibrio


Ayer dejé a mi niña con la faldita pintada en flor. Se quedó con el rocío sobre la cara. Mi niña no entiende por qué mis cantos no durmieron su almohada y soñó con la distancia sin alas. No comprende la luz sin mi adiós, abrió una ventanita de sal y el eco despertó en las campanas. No sabe ni niña por qué mi pañuelo de miel ha cruzado los mares sin sus papalotes. Yo no estaba.
Hoy regreso a mi niña soberana con una corona de besos para adornar su frente. Pongo a sus pies mi equipaje repleto de sol, palmeras y mañanitas. No lo aceptó. Persiste en trocarlo por su faldita, ausente de las flores primeras que la premura de mi ausencia dejó olvidadas.Ya nada es igual. El trueque no mueve la balanza. Su faldita se abochornó de la distancia.