
I
RECUERDOS
Nícol querido:
Todavía cierro los ojos y disfruto del último abrazo; en mis mejillas aún retoza tu beso y mi corazón late de prisa al ritmo de la despedida. Todo está igual a como lo dejaste, mi amor. ¿Sabes qué? Los restos de los cigarrillos que fumaste aquella noche los conservo en una cajita con ataduras rosadas. Tus cosas todas ocupan el mismo lugar y son sagradas en este santuario que es mi corazón; corazón que de quererte se ensancha y por la duda de perderte se me pierde dentro del pecho. Para ti son mis pensamientos y mis plegarias; y mis nanas, y mis canciones en tarareo y cada segundo de las horas del día. Te amo así, con las fuerzas inmensas que la separación ofrece y con el dulce reclamo de saber de ti. No te cuento de acontecimientos baladíes que sé que no te escuchan y que tú no deseas escuchar. Solamente te digo que todos te quieren y te recuerdan . En tu amigo me miro a veces y por la garganta me sube un sabor dulce y amargo; después me doy cuenta que son lágrimas; pero no te duelas, no estoy triste, tu recuerdo me anima y me reconforto pensando que los caminos se hacen grandes para ti. A veces temo mucho; pero confío en que la vida te ayude en tu empresa titánica de conquistar el futuro. Me guardo en el silencio lo que gritaría en medio de las plazas; mi silencio es un monumento a tu coraje. Si miras el lucerito del oeste, al caer la noche, nuestros ojos se encontrarán. Te amo demasiado. Piensa en mí y quiéreme una fracción de lo que te quiero yo. No más. Adiós,
Quien más te ama.
Carta 478
Cuba
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