miércoles, 7 de enero de 2009

Dedicatoria a los náufragos de amor


Para los náufragos de amor, porque en este Diario de abordo, más que de sus naufragios, con sus historias nos trazan la ruta para llegar a la playa de sus encuentros. ¡ Allí las arenas son limpias !¡ Llegar !
La vida es un eterno navegar; embarcaciones frágiles nos llevan y nos traen por los infinitos mares de la subsistencia. Mares a veces serenos, limpios, tan azules que se beben el color del cielo para hacer más corta la travesía entre alegría y bonanza. Son días felices, cortas edades del vivir, donde se disfrutan con placer infinito, detalles lindos y pequeños; pero que crecen allá dentro del pecho y danzan al compás de la música que provoca el corazón galopante en corcel de fuego de hoguera, tibio y acariciante y así danza la paz del privilegio de vivir.
A veces los mares se tornan bravíos. Tempestades anuncian que las olas gigantes se tragarán tu endeble navío y en desafío pujante harás batalla al naufragio inminente, pensando tal vez, que el fondo del mar será la casa para tus miembros descompuestos, abusados y para tus huesos rotos y perdidos, puede que te aferres al milagro del rescate de ti mismo y entonces, flotando a la deriva el sol te lastime la piel que recubre tu cuerpo y como al diamante, haga carbón tu sentir. Son naufragios propios o ajenos; tardíos o prematuros; pero te laceran, te envuelven, te achican, te reducen. Corazones náufragos del amor, sobrevivientes que cargan cruces y ciñen sienes; desesperados entes que en la batalla por la vida han ido dejando jirones de ella en su paso por la tierra y ensanchando playas con la arena arrancada a cada tramo de su cuerpo, ya pétreo por tantos embates. Corazones náufragos por la pérdida de los anhelos auténticos, cautivos en costas vírgenes donde las caracolas se desnudan para que las cubra el pudor de la floresta; desembarcos abortados para parir auroras y marcar la huellas en arenas teñidas por la sangre de las arterias henchidas y el azúcar balsámico de la savia escondida. Ahí vamos, náufragos, con el corazón herido y una y otra vez restañado; gestando nuevos afanes para regar el surco abierto con las semillas de nuestros amores. Son historias calladas que alguna pluma desfloró de timidez y ahora cantan sobre cuartillas osadas. Son surtidores que refrescan la memoria para mantener latentes las tristes glorias que hacen más fuertes, más nobles y más cautos, los desencuentros de la HUMANIDAD.

No hay comentarios: