viernes, 30 de enero de 2009

Alas rebeldes (VI)


Capítulo VI

Miedo

Me duele que no comparta el ruido verde del monte y del palmar; la dejo libre y le digo que está lista para reanudar su vuelo trunco; pero ella no se va. Es mi cómplice y me perdona. Es mi almohada y no me abandona.
Pero yo adivino cuando el sol hace brillar su plumaje, que extraña el retozo de los árboles con el viento aunque no lo conozca (pero lo sueña) ; intuyo que algún oculto instinto la llama a través del aire que le trae trinos alegres de las aves no cautivas, aquellas que reinan en jaula abierta de manigua y amaneceres cantarinos.
Temblando le abro la puerta. Ella lo sabe, porque bate sus alas con alegría o pesar tal vez; pero no traspasa el umbral. Le hablo quedito: "¿ A quién le cuento mis cuitas si tú te vas? Tengo un miedo enorme de perderte y me estoy muriendo porque te quedes.Tuyo es mi corazón. Aquí no hay jaulas para tu cantar, aquí está la cumbre de mis hombros, refugio para tu anidar" Pienso que me entiende porque no se va... pero yo adivino en su plumaje que parpadea cuando el sol la invita, que un afán secreto algún día la incitará al vuelo.
Y yo me consuelo con su presencia insegura. Ropaje suave de pluma verde para mis dedos fríos, piar armonioso para aplacar mis llantos, sostén de mis besos inquietos.
Maka verde de pluma y canto, no me dejes nunca. Ni jaula, ni enojo para tu inocente dulzura cautiva de mi boca, tu cuerpecillo tibio calienta el frío de mis venas en soledad y me ayuda a alentar el gélido cierzo de mi andar cansado y perdido (y también cautivo)... pero le abro la puerta para que compita con el sol y ella...
¡ Ah, misericordia ! ; opta por la jaula de mi amor que son mis besos. Te amo, Maka... Tengo miedo.

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