miércoles, 7 de enero de 2009

Estrellas nuevas sobre los sepulcros


Hay un lugar sobre la tierra o bajo ella, que quisiera limpiar con besos; pulgada a pulgada recorrerían mis labios la frialdad del mármol o la oquedad perdida, como se besan los pies de un Rey que ha muerto o los de un santo cuando ha nacido. Allí abrasa el sol, llueve luna y se infiltra la bravura para devolver con gloria de besos el calor, la belleza, la dulzura y la vida, a esos guerreros nobles que no descansan desde sus tumbas. Hay un lugar que limpiaría con besos: la tumba de un guerrero. ¡Estrellas nuevas sobre los sepulcros !
Sobre sus huesos desnudos se cirnió el orgullo; cadáveres andantes que en vigilia incorruptible cabalgan entre la llovizna, el cierzo y el fuego; son simplemente guerreros de la aurora. Muertos sagrados que no podrán ser mancillados con la mediocre blasfemia del que está vivo; son mástiles enhiestos en la profundidad del mar; son astas preñadas de blasones tricolores, firmes a pesar del viento; son estertores de pelea cuando se acaba la batalla; son vivos que andan entre los muertos y desde allí se suman estrellas y dirigen la cruzada. Sobre sus marmóreas tumbas: los besos; para limpiar con la humedad de los labios la mugrienta vileza del olvido y la impotente tristeza de no poder vestir sus huesos con la carne flameadora de una bandera.
Ya sé, hay un lugar sobre la tierra o debajo de ella, que limpiaría con besos, para que el calor de mi boca aliente a los huesos yertos que cabalgan en carrozas de fuego; y los amaría con ternura de fuente porque quién sabe si sedientos, antes de la batalla, no les preguntaron desde cuándo no los humedecía el calor de un beso.
¡Un minuto de silencio para los muertos!
¡Un toque de estrellas para los guerreros!

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