jueves, 29 de enero de 2009

Alas rebeldes(IV)

Capítulo IV

Maka

Maka es una cotorrita hembra. Sus ojillos son pequeños, redondos, inquietos cristales negros que hablan de amor. La ternura de su mirada brillante prendida de la mía es poderosa. Ladea la cabeza pequeña y la apoya contra mi rostro; es la caricia que mataría de envidia al desamor. Me platica con mimos, me consuela con trinos, me hace fuerte con su cercanía. Las horas silentes ahora tienen dueño y me dicen lo que mis oídos y mi corazón quieren escuchar.
Es saltarina parlanchina que me mira desde el suelo y desde allá abajo debo parecerle una mole que se yergue ante sus alas pequeñas y su pico cerrado. Entonces escala la montaña de mi cuerpo, asiéndose como puede, hasta conquistar la cima redonda de mis hombros. Allí hace nido con mi pelo y me susurra al oído ternezas de besos y bojea el nudo de mi cuello con un coqueteo de hojarasca olorosa.
Cuando la encontré cabía en la palma de la mano. Ahora cabe en mi mano abierta. Su plumón escaso y verde de entonces se ha transformado en un suave plumaje brillante que irradia bajo el sol. Sus alas han crecido y las bate fuerte ensayando su vuelo.
La tirana me enoja a veces. El punto de mi pluma está defectuoso; derrama tinta sobre mi escritorio y algunos de mis textos a duras penas han podido sobrevivir a la inclemencia de su pico rebelde. El refajo rosado hizo nido en su canasta y el arbolito de la sala quedó desnudo ante el otoño de su destructivo instinto.
Mi enojo es como el viento: viene y va; la furia desatada se esfuma cuando mi avecilla clava en los míos sus ojillos inquietos o cuando me besa la boca con la rebeldía de su pico afilado.Tiene resortes en el cuerpo: sube, baja, corre, camina, picotea, danza y besa. No existe la quietud para su ligero cuerpo en la acrobacia de su danzarina majestad.

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