martes, 17 de febrero de 2009

La enfermedad (XIII)


Maka había regresado y con ella la casa se iluminó. Era la misma soberana que nos tenía rendidos a sus encantos y travesuras. Seguía siendo la cotorrita más adorable del reino animal y exceptuando algunos momentos taciturnos del animalito que se encerraba en un mutismo casi humano, todo parecía normal, igual que antes de la evasión de mi Maka. El amor creció mutuamente y con creces. Nada había cambiado y sí...
Ahora, con bastante frecuencia, encontraba plumas verdes y rosadas dispersas por toda la casa. Las iba guardando con infinita ternura porque pensaba que el vuelo, quién sabe cuán inclemente, las había lastimado y porque se sabe que las aves hacen sus mudas y luego le surgen unas más fuertes y lustrosas; pero era algo distinto, anormal. Paulatinamente sus alas comenzaron a quedar desnudas, solamente un débil plumón ralo cubría la piel. Maka estaba enfermando. Una angustia comenzó a apretarme el corazón.
Vino un doctor, sabio doctor en quien podía confiar. Examinó a la cotorrita y no encontró signo alguno que presagiara enfermedad. Me dijo que volvería.
Maka seguía conquistando con sus habilidades. Sus costumbres para nada cambiaron y cada día me entregaba entre besos y cantos, la ternura de su diminuto corazón (ahora no estoy segura de su tamaño) y yo la correspondía con creces y jamás le he cerrado la puerta.
Sus plumas seguían desprendiéndose con alarma. Mi cotorrita iba pareciendo un polluelo, aunque tenía la cara más linda del universo.Yo recuperando sus plumas desprendidas y colocándolas en un jarrón , porque no quería quedarme sin las alas que he amado durante tanto tiempo. En mi sentir se iban quebrando cristales de dolor.

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