lunes, 23 de febrero de 2009

El gamusino azul

Jugar con la inocencia suele ser peligroso . Es una práctica que te trae sorpresas, unas muy bellas y otras, amargas; cuando te das cuenta que sin premeditarlo has matado la inocencia. Quien de alguna manera haya cometido este delito va a sentirse culpable por el resto de su vida. Aquí sentada en el banco de los acusados, esperando a ser juzgada, aguardo. No pido clemencia, en cierta forma ya he recibido castigo. Asimismo estoy segura que muchas de las personas que me están leyendo cargan con esta culpa. ¿Pueden escuchar para juzgar? Se sentirán sorprendidos. Les prevengo.

La confesión.


Muchos años de mi vida he estado rodeada de niños. Me he bebido sus alegrías hasta embriagarme. Ellos me han dado mucho y en reciprocidad les he dedicado lo mejor de mi esencia como ser humano. Los he amado. Los he formado y también he jugado con sus inocencias. Puede tomarse como atenuante que no ha sido premeditado, simplemente ha sucedido. Sin parecer inmodesta me consideraba una buena maestra. Mis alumnos me querían y yo los veneraba. Siempre busqué métodos creativos para ilustrarlos y una veces un poquito severa y otras, condescendiente, juro que lograba con ellos todo cuanto me proponía.Y no fueron pocos los logros.
Entre mi clase y yo había surgido algo especial.No puedo precisar en qué momento comenzó a funcionar el intercambio; pero sucedió.
Disfrutaba de mis niños, así como ellos lo hacían entre sí y con la misma intensidad me disfrutaban a mí. Era fantástico. Les ilustro.
Después de cada clase fuerte donde había bastante actividad intelectual, o por la presión de los horarios cerrados o simplemente luego de éxitos escolares, teníamos un día para jugar y amar.
Amábamos todo, desde perdernos en un mar de hierbas hasta la excitación de un buen juego. Increíbles cosas hicimos juntos y cuánto las disfrutamos. En esos días se invertían los roles y eran los propios niños quienes diseñaban la sesión escolar.Yo los incitaba:
_ Para mañana nos merecemos un día de alegría.
Entonces cada escolar escribía en un papel cómo deseaba pasar el día siguiente. Las sugerencias se guardaban en un buzón habilitado para el propósito.
Llegado el momento se extraía un papel al azar y se le daba cumplimiento. Por supuesto que previamente yo había revisado las sugerencias. No por curiosidad (o sí había algo de ello) digo, por precaución. No deseaba quedar ante los ojos de los niños como una maestra sin carácter que no cumplía con sus promesas; pero tampoco podía cumplir con todas sus sugerencias. ¡Si supieran ustedes todas las proposiciones de los niños! Ojalá algún día pueda recopilarlas en unos cuantos volúmenes ¡Tanta ingenuidad e inocencia ! ¡Cuánta sabiduría! Confieso que llevo en mi alma éxtasis de niños y eso ustedes no podrán deshacerlo.
Vuelvo a la historia. Previamente seleccionaba las sugerencias y hacía mis trampas. Las colocaba de manera que al hacer el sorteo salieran favorecidas las solicitudes factibles. Me remito a lo que originó esta crisis.
Algún niño propuso pasar la tarde jugando o explorando en un lomerío cercano. Se aceptó. ¡Tarde linda la que pasamos ! Lástima que las consecuencias fueran tan malas.
Hubo juegos, tesoros escondidos, cuentos, lecciones de naturaleza... (Siempre trataba de que aquellas sesiones fueran educativas y poder retomar las vivencias en futuras clases).
No sé yo si porque esas terdes me convertían en niña o porque deseaba fantasear o quién sabe si algún duende malo quiso jugar conmigo para cobrarme más tarde la deuda por un acto no muy bien pensado; pero lo cierto es que les dije a mis alumnos que todos aquellos insectos que volaban bajo la hierba caliente del campo se llamaban "gamusinos" (¡ Dios mío, lo inventé en aquel momento y ojalá no lo hubiese hecho ! ) Les "ilustré" diciéndoles que si tomaban las bolsas de papel y las alzaban sobre sus cabezas pronunciando la conjura "¡Gamusinos al saco" !, todos los insectos se precipitarían a sus bolsas y allí quedarían atrapados. Quien haya estado entre las malezas del campo durante las horas calientes de la tarde, sabe de lo que estoy hablando.
Son cientos de insectos volando bajo y nublando el aire. Pues digo que los ojos de mis niños se clavaron en mí como deseando escuchar más de aquel encantamiento. Me di cuenta de que querían más emoción y se las di. Sentencié:
_ Seguramente atraparán varios "gamusinos"; pero lo bueno sería cazar uno de color azul. Es un insecto maravilloso y concede a quien lo posea, el deseo que le pida .
Así fue. Era un juego. Los muchachos se dispersaron y yo los escuchaba llamar a los "gamusinos" y sus voces
competían con el eco y las palmas se alegraban con tanta inocencia y mi alma cantaba.Todo era alegría. Me dio pena por ellos porque comprendí que estaba usando su ingenuidad en forma impropia; pero observando su entusiasmo y alborozo calmé mi conciencia y hasta yo misma traté de alcanzar un "gamusino".
Fue una tarde linda. Los niños me contagiaron su alegría y estuve escalando exponiendo mis piernas, no muy fuertes,a las inclemencias del relieve. Debo decir que yo andaba algo mal de salud, me reponía de una rara enfermedad neurológica que afecta los músculos, la que me había dejado bastante desmejorada y eso lo sabían mis alumnos.
Por supuesto que algunos insectos cayeron en las bolsas; pero ninguno de color azul. (Se supondrá)Este incidente desanimó a algunos; pero muy pronto desapareció la frustración en cuanto apareció algún motivo mejor. Regresamos a la escuela entonando canciones, con mucha alegría estremeciendo a la tarde. Hasta la hora de la despedida no se habló de otra cosa. Una pequeña llamada Jessica estuvo llorando un poco y pensativa.La consolé como pude pensando que se sentía frustrada por no haber cazado ningún insecto. Lo máximo que conseguí fue que dejara de llorar. Esa noche cuando puse mi cabeza en la almohada y pasé recuento de mis acciones, me sentí un poco culpable.
Al día siguiente de la aventura; muy temprano, a mi llegada a la escuela,vi allí a mi pequeña Jessica en compañía de su mamá.
¡ Pobrecilla de mi niña !
¡ Qué aspecto horrible el que tenía ! Llorosa,con unas enormes ojeras negras alrededor de sus inmensos ojos verdes, temblando se arrojó a mi cuello cuando me vio. La madre de la niña muy seria y agresiva se abalanzó sobre mí en el mejor sentido de la palabra y me retó a sostener una conversación en privado. Me deshice de los brazos de la pequeña como pude y le dije a su madre que me acompañara.Yo percibía una catástrofe. Olía que se avecinaba un gran problema.
Ya en mi privado la madre de la niña y yo frente a frente.
_ Necesito me diga qué sucedió aquí ayer - mi corazón dio un vuelco ante tanta ira - ¿ Qué le hizo o dijo a Jessica para que la excitara al punto de no dormir en su cuarto? Toda la noche estuvo en el jardín con una bolsa sobre su cabeza y delirando, porque eso era: deliraba. Hasta quedarse ronca musitaba: " Gamusinos al saco” . Le he preguntado de dónde ha sacado esas ideas y se niega a responder. Solamente llora y dice: ¡Pobrecita mi maestra!
Palidecí. Sentí un miedo muy grande porque sabía era responsable de haber causado aquella situación.
La madre de la niña estaba irritada y perdió la compostura. No voy a transcribir la conversación; pero me dijo que ella ya había oído de mis métodos, que si me cabeza no funcionaba bien y el resto me lo reservo por merecido.Todavía al recordarlo mi rostro se desencaja y enrojece.Con humildad le conté la niñería en que había incurrido. Ella no prosiguió con su discurso y fue peor.
Ojalá lo hubiese hecho. Así no habría tenido yo que ver sus ojos. En ellos leí una compasión rayana en desdén y un reproche silente peor que todos los insultos. Le prometí hablar con la niña. Se negó. Me dijo que me repetaba y estimaba; pero quería estar presente en la entrevista. Me sentí muy poquita cosa, como sucia y percibí que en ese momento aquella mujer me temía. (Eso no podré olvidarlo jamás).
La niña sobre mis rodillas. La cobijé con mis brazos y le besé la frente. Con dulzura le hablé de las actividades de la excursión y de mi peregrina idea de aquel juego desatinado.
_ Fue un juego, mi amor. ¿Qué sucede contigo? Cuéntanos a tu mami y a mí lo que estás sintiendo - yo estaba tan triste como ella mientras la consolaba- Poco a poco se fue calmando.
Rodeó mi cuello con sus bracitos y se miró en mis ojos.
Hasta hoy sigo sintiendo aquella mirada. Con la inocencia todavía intacta me dijo:
_ Usted nos dijo que si lográbamos atrapar al "gamusino azul" seríamos afortunados porque él concedía todos nuestros deseos.Yo quiero ese "gamusino azul", lo preciso,
tiene que caer en mi bolsa...
De nuevo comenzó a llorar convulsivamente . Yo haciendo esfuerzos por calmarla y tratando de enmendar el error:
_ Pero yo solamente quería jugar con ustedes y que se divirtieran. Jamás quise lastimarte, lo juro…
Y ella inconsolable:
_ Pero estoy muy triste, muy triste (Tirando su tristeza sobre mi cuerpo)
_ ¿Por qué? Cuéntanos qué te hizo pasar la noche en el jardín.Todos queremos algo en la vida y no siempre podemos conseguirlo, lo imporante es soñar.
_ Usted no comprende nada y mi mami tampoco. Nadie me comprende - y de nuevo con el llanto – Traté de relajarla y comunicarle la misma confianza de siempre para que compartiera su secreto.La madre mirándome escrutadoramente y estoy segura que de su juicio no salí bien parada.
_ ¿Cuál es ese deseo tan importante que le vas a pedir al “ gamusino”. La madre me fulminó. Traté de relajarla y comunicarle la misma confianza de siempre para que compartiera su secreto.
Al fin mi niña se soltó. Ojalá no lo hubiese hecho.
_ Si el "gamusino azul" cae en mi bolsa yo le voy a pedir que le devuelva a usted la salud perdida, que sus piernas sean como antes y pueda caminar, escalar,bailar... Quiero que ese duende la cure para siempre y la cuide. Le voy a pedir que recupere sus fuerzas y su peso y que le quite esa tristeza que la hace ver vieja, yo quiero que vuelva a ser tan linda como antes... Yo no quiero que mi maestra muera...Pido que sea como antes y que sus ojos vuelvan a ser dos lucerotes haciendo guiños... Por eso necesito al "gamusino".
Así fue.Todavía estoy buscando una respuesta para mi niña. En aquel momento la abracé con ternura, besé su carita maltrecha y sus manos frías y mis lágrimas cálidas se fundieron con las de ella. Lloraba por mi niña Jessica, por el cariño, porque causando tanto dolor mi corazón reía, porque estaba asistiendo a la ejución de la inocencia y sin embargo toda yo cantaba.Soy culpable; pero siento una ternura tan calladita dentro del pecho que me devuelve la paz. Al recordar este episodio disfruto con placidez haber matado la inocencia de mi niña que en recompensa me regaló su cariño.
Digo que nadie me ha regalado, hasta hoy, tanto amor. Nadie ha vuelto a amarme así. En reciprocidad llevo su cariño prendido a mi pecho, aunque sé cuál ha sido el precio ¿Saben?, si pudiera volver el tiempo atrás yo también cazaría "gamusinos".
Ahora ya está dicho. Soy culpable.

2 comentarios:

Ethel Saavedra Garcia dijo...

Antonia, haz tocado las fibras más íntimas de mi ser con este Gamusino azul. Te felicito, muy bien llevado logrando ver la escena en todo su recorrido. Que ternura de niña por Dios..Todo un mensaje de reflexión sobre las ilusiones que a veces no se cumplen, los deseos de la pequeña qué tiernos...
Me he deleitado con esta inspiración tan bella.

Naty's dijo...

Un relato verdaderamente atrapante...buen suspenso hasta el final...y muy estremecedor por lo real y ambiguo de los sentimientos...